Acabamos nuestro post anterior diciendo que existen unas rigideces al ajuste de la estructura a la baja.
En primer lugar, los empresarios suelen conocer con retraso la necesidad de adaptarse a la nueva situación porque, normalmente, la información financiera de la empresa se elabora también con retraso y en muchos casos no se trata de información de gestión adecuada como para poner de manifiesto esa necesidad.
En primer lugar, los empresarios suelen conocer con retraso la necesidad de adaptarse a la nueva situación porque, normalmente, la información financiera de la empresa se elabora también con retraso y en muchos casos no se trata de información de gestión adecuada como para poner de manifiesto esa necesidad.
En segundo lugar, los empresarios suelen
reconocer con retraso la necesidad de adaptarse a la nueva situación. Es como
si el empresario considerara que como lo que está ocurriendo no es
responsabilidad suya, no tiene por qué hacer nada. Quizás este comportamiento
no sea racional desde un punto de vista económico, pero quienes toman las
decisiones son humanos y normalmente, es más difícil asumir decisiones que
impliquen retroceso o involución que avance o desarrollo.
En tercer lugar, porque no es fácil
desprenderse de unas instalaciones productivas en muchos casos hechas a medida.
En momentos de contracción económica como el actual resulta difícil incluso vender
naves, oficinas y otras construcciones empresariales, digamos, más
polivalentes. En definitiva, es más difícil desinvertir que invertir; es más
difícil vender que comprar.
En
cuarto lugar, porque es difícil calcular y, aun así, quedarse sólo con la
estructura estrictamente necesaria para un volumen de producción dado. Es evidente
que la estructura no puede quedar por debajo de la necesaria, por lo que el
ajuste sólo puede hacerse por defecto y, en consecuencia, la estructura suele
resultar excedentaria con respecto a la actividad en cualquier momento del
decrecimiento.
Por
lo que hace referencia a los recursos humanos entran en juego, además, dos
factores de rigidez adicional: las indemnizaciones que han de pagarse al
personal que se regulariza; y la pérdida de capital humano que supone la
formación y experiencia del personal del que se prescinde.
Las
consecuencias se agravan por el hecho de que las fases bajistas suelen ser
más rápidas que las alcistas, especialmente en una situación de crisis, por lo
que cualquier retraso en adoptar y ejecutar una decisión supone recorrer un
largo trecho en el declive.
En
definitiva, el desfase entre estructura, esto es, capacidad productiva, y nivel
de producción, es mayor en las fases de declive que en las de crecimiento
porque los ajustes se producen a saltos mayores, más dilatados en el tiempo y
siempre por exceso. Por ese motivo, el coste de ineficiencia de la estructura
es aún mayor, al que hay que añadir los propios costes de la desinversión.
Según
todo lo anterior, la mayor facilidad de una empresa de sobrevivir a la crisis
está en la posibilidad de tener una estructura lo suficientemente flexible para
adaptarse a los cambios con la velocidad necesaria.
Una
de las medidas habitualmente utilizadas para ajustar la estructura a la baja y
reducir los costes improductivos es la de prescindir de algunos procesos
secundarios para la actividad de la empresa. No obstante, llega un
punto más allá del cual la estructura no puede reducirse más sin afectar el
funcionamiento normal de la compañía. En ese caso, "sacar" esta
estructura fuera de la compañía puede ser la solución. En eso consiste la
externalización.
Con
la externalización, la empresa puede contar con el nivel de estructura
necesario a todos los niveles de actividad ya que puede contratar simplemente
el nivel de servicio necesario en cada momento. Traducido en costes, la
externalización reduce los costes fijos de la estructura al minorar los costes
de infrautilización de la capacidad productiva no usada, por el simple hecho de
que reduce la capacidad productiva no usada. Así, en un contexto de caída de la
actividad, puesto que los costes fijos son menores, la empresa puede soportar
mayores caídas de actividad antes de entrar en quiebra, o, dicho de otro modo,
tiene más tiempo y más capacidad de reacción ante circunstancias adversas.
Pero,
como también se ha visto, es necesario que la dirección de la empresa pueda
disponer de información de gestión puntual y adecuada que le permita adoptar
cualquier posible medida de ajuste lo más acertadamente y con la mayor
antelación posible. Por este motivo, es conveniente que los gestores puedan
contar, en su toma de decisiones, con el soporte de organizaciones
especializadas.
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